La decadencia de los Oscar

La decadencia de los Oscar

Un año más, y ya van unos cuantos, los Oscars se convierten en una fiesta de polémicas y  reivindicaciones varias, que poco tienen que ver con el cine. Espero los Oscars ya con cierto hastío, me huelo demasiado lo que va a pasar y cuando sucede algo improbable suele resultar negativo, al menos para el prestigio de los galardones y de la propia Academia. Festivales  como Cannes, Venecia, San Sebastián, Berlín, Sundance y círculos de críticos varios, se han  convertido en los auténticos líderes en lo que, a premiación y dictamen de buen cine se refiere. En general no atienden a cuestiones comerciales y de audiencia, sino puramente a lo  cinematográfico, aquello que se debería juzgar solo con lo visto en la sala de cine.  

Aun así, este año los Oscars se han superado, han elegido como mejor película a una feelgood movie, remake de un reciente film francés, han ignorado por completo algunas de las películas más destacadas y han cedido ante el clamor popular, los movimientos sociales y la potencial  audiencia, a la hora de adjudicar las estatuillas. Además, por si no era suficiente, nos han  ofrecido una agresión en directo, un actor abofeteando al presentador, inaudito. Para no darle  muchas vueltas al tema, la reacción de Will Smith es injustificable y debe tener consecuencias,  pero ¿Es realmente necesario basar los shows en este tipo de comedia? ¿Interesa tan poco el cine que se ha de superar cada año el nivel de bufonería y mal gusto (y no me refiero solo a Chris Rock)?  

En lo que a premios se refiere, destacan sin lugar a dudas, los tres Oscars de ‘CODA’, incluyendo ‘Mejor película’ (sin comentarios) y los seis Oscars de ‘Dune’ que, aunque todos de categorías técnicas han sido de los más merecidos. Jane Campion (‘El poder del perro’) como  directora y Kenneth Branagh (‘Belfast’) como guionista, justos vencedores, aunque de nuevo, se ha cedido al rating la decisión de los ganadores en las categorías actorales. Se sigue  primando la diversidad y la representación de todos los colectivos posibles al juicio  estrictamente crítico propio de un show de este calibre. La gran perdedora de la noche, y  además de forma injusta, ha sido ‘El poder del perro’. Con doce nominaciones, se lleva un solo  Oscar, una decisión incomprensible que solo se entiende si se tiene en cuenta el origen de  dicha película (ya se sabe que Netflix y la Academia no acaban de congeniar). Así mismo,  ignorar la obra de Paul Thomas Anderson (tres nominaciones para ‘Licorice Pizza’) y las dos de  Ridley Scott (solo una nominación entre ‘La casa Gucci’ y ‘El último duelo’), me ha parecido  vergonzoso. ¿No lo fue ya recientemente dejar a cero a ‘The Irishman’ de Scorsese, una de las  obras cumbre del cineasta? Parece haber una tendencia creciente, a ignorar ciertos nombres, que resulta incomprensible. Por otro lado, las categorías de ‘Mejor banda sonora’ y ‘Mejor  canción’, han ido a manos del gran Hans Zimmer y de Billie Eilish y Finneas respectivamente,  ambos trabajos fenomenales. Destacar el premio a los españoles Alberto Mielgo y Leo  Sánchez, por el cortometraje de animación, para adultos, ‘El limpiaparabrisas’. 

Una gala que desgraciadamente pasará a los anales de la historia no por el cine, sino por una  agresión. Una edición en la que además se reitera el premiar a todos los colectivos que se  puedan con tal de acaparar titulares. A ver si pronto acaban y empiezan de nuevo a ser la  Academia más prestigiosa del cine. Suerte que en un momento de la gala aparecieron juntos  De Niro, Pacino y Coppola y nos dieron una alegría.